miércoles, 28 de septiembre de 2011

Claro que sí! Voy a tratar!


“No me digas cuanto trataste. Dime que lo lograste”

En una muy buena cantidad de veces cuando  solicito algo a alguien o veo a alguien solicitar algo a otra persona, la respuesta que escucho es: “Voy a tratar…” o “Voy a intentar…” o “Trataré de hacerlo pero no le garantizo nada…”. Y bueno, vienen un sinnúmero de respuestas mas que tienen como verbo principal TRATAR o INTENTAR.

El verbo tratar tiene una connotación poderosa en nuestro inconsciente: Deja una puerta abierta a que no lograr el resultado o lo requerido sea una opción. Cuando usted enuncia “voy a tratar”, indemediatamente está abriendo la posibilidad de que el resultado no se de. Y como el inconsciente trabaja bajo la premisa del menor uso de recursos, siempre le quedará más facil enfocarse en no lograr el resultado que en lograrlo.

Las personas que están convencidas de que van a lograr el resultado que quieren, formulan sus intenciones y actúan de manera congruente y contundente para alcanzar las metas.  Para todo lo demás, usan la palabra tratar.

Cuando usted usa el verbo tratar al formular sus intenciones, está dándole un mensaje a su inconsciente que significa que lo que se va a premiar es solo el esfuerzo y nunca el resultado. Claro, en nuestra sociedad nos han acostumbrado a que se premia el esfuerzo a pesar de los no resultados. Una buena cantidad de personas en el mundo, están acostumbradas a eso: Les pagan por “tratar”. Por hacer el esfuerzo.

Durante mis jornadas de coaching, he conocido gente extraordinaria que logra fácilmente sus resultados propuestos. La razón: se enfocan únicamente en el resultado y perseveran hasta que lo logran. Esa es la diferencia entre los que logran todo lo que quieren y el resto. Jamás se ponen una barrera, reconocen sus creencias limitantes y a pesar de eso actúan sin importar el cuánto ni el como. Y es muy raro, por no decir nunca, escucharlos decir: “Voy a tratar”. Para ellos las cosas son o no son. No aceptan aguas tibias y por lo general incrementan su riqueza en extremo.

Quienes deciden ser remunerados por los resultados que pueden obtener mas allá del solo tratar de lograrlos, tienen la capacidad elevada a la N de generar mayores ingresos. Los que se conforman, prefieren la zona de confort de la tranquilidad y la seguridad que brinda el recibir un salario fijo, independiente del resultado, a enfrentar la incertidumbre del cuánto voy  a recibir con base en mis logros. En lo que nunca se enfocan estos últimos es en que si sus ingresos están basados en sus resultados, estos no tienen techo y por lo tanto pueden decidir cuánto ganar, incrementando asi sus posibilidades de mejorar la calidad de vida.

Verifique cuantos resultados deseados aun no ha logrado. Haga un inventario de ellos y recuerde la manera como fueron formulados. Lo mas seguro es que tengan camuflados el verbo tratar como acción principal. Erradíquelo inmediatamente y de ahora en adelante formule sus metas con la convicción de que las va a lograr y renuncie a la posibilidad de un resultado diferente o un no resultado. Por supuesto, tratar no puede ser una opción. Sencillamente hága lo que tenga que hacer y comprometase con el resultado!. Nunca quede satisfecho  con solo decir: De todas formas yo traté!

Ricardo Gómez.

*Si quiere avanzar más en el tema, escríbanos a ricardo@evolvo.info cuéntenos cuáles son sus principales retos a la hora de actuar o pensar en sus resultados extraordinarios. Le responderemos con múltiples opciones para que usted logre lo que quiere.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Aprendiendo a decir que no… y no morir en el intento

Cuando estamos en la búsqueda compulsiva del logro de nuestros resultados, típicamente se dice que ‘hay que aprender a decir que no’. Muchos de nosotros no sabemos en qué momento usarlo para que no se convierta en un freno y, por el contrario, potencialice el logro de nuestros resultados. 

Yo he sido una persona que le ha dado pena decir que no en muchas circunstancias de la vida, porque me he sentido en deuda con alguien, con algo, o porque supuestamente existe un compromiso implícito cuando me piden cualquier cosa.

Parece ser que en nuestra infancia alguien omitió deliberadamente enseñarnos a decir que no. Aunque parece ser un problema generalizado en nuestra cultura, las personas hemos sido educadas para ser buenas y agradar a los demás. Por eso estamos tan dispuestas a sacrificar nuestro tiempo para atender las necesidades ajenas.

¿Por qué nos cuesta decir que no? Son varias las razones: La primera es no tener claro que se quiere a la hora de decir: 'Sí!'. Las otras, son ganancias secundarias como la búsqueda de aprobación, la preocupación por ayudar a los demás a la espera de que éstos hagan lo propio con nosotros en el futuro, el evitar situaciones de confrontación, etc.                  

No saber decir que no supone entrar en un círculo vicioso del cual resulta difícil escapar. Cada vez nos comprometemos a hacer más cosas: en el trabajo, en casa, en nuestro círculo de amistades... y ello nos provoca un grado de estrés innecesario. ¿Podremos mantener todas las promesas que hemos hecho? ¿Hasta cuándo vamos a poder sostener este ritmo?            
En algunas ocasiones, ese ‘no decir que no’ a lo único que nos lleva es al fracaso en el camino de alcanzar nuestras metas, porque nos enfocamos en cosas muy diferentes. Es así como entonces dedicamos esfuerzos a cosas que nos quitan tiempo y que no aportan nada a nuestra integridad.

Tenga en cuenta que ese ‘decir que no’ debe ser absolutamente congruente. Si usted quiere aprender a decirlo, evalúe si eso que le están pidiendo le enriquece lo suficiente como para decir que sí. Ponga sus razones en una balanza y si definitivamente se inclina más hacia dar una respuesta positiva, sabiendo que esto es congruente con lo que usted está pensando y queriendo en su vida para usted, ¡hágalo… y con fuerza!

Por el contrario, si experimenta sensaciones de incomodidad, de ansiedad y de incongruencia, diga que no. No se fije en quién le pide el favor porque si esto es lo único que determina su decisión, lo hará sin disfrute, con rabia  sintiendo que no haber dicho que no, le va a pesar el resto de todo el proceso.

La próxima vez que alguien le pida que olvide sus prioridades, valore el costo que esto tendrá en su tiempo, sus proyectos e intereses personales. No olvide que para conseguir sus objetivos es muy importante decir "no" de forma asertiva, respetando los sentimientos y las opiniones de los demás. Por ejemplo: "Agradezco que me haga esta oferta, pero ahora no puedo asumir más compromisos de los que tengo; en el futuro estaré encantada de poder colaborar con usted".

Ensaye en situaciones de bajo riesgo en las que esté perfectamente convencido de su derecho a decir que "no". Así irá adquiriendo la confianza necesaria para ejercitar este derecho en situaciones más difíciles.

Otra forma de practicar el "no" consiste en anotar todos los compromisos que vamos acumulando en una lista. Llegará un momento en que la lista será tan larga, que usted no tendrá más remedio que decir que no a las nuevas peticiones. 

Quizá no somos conscientes de ello, pero en realidad estamos diciendo "no" a muchas cosas a lo largo del día: si decidimos quedarnos trabajando en la oficina hasta la noche, estamos diciendo "no" a la familia o a nuestro descanso. Detrás de cada elección hay una renuncia, por eso no elija dedicar menos tiempo a aquello que le hace feliz y que le generará éxito.                       
Recuerde que tiene el derecho asertivo a decir "no" y a no sentirse culpable por ello.

Ricardo Gómez.

*Si quiere avanzar más en el tema, escríbanos a ricardo@evolvo.info y cuéntenos cuáles son sus principales retos a la hora de actuar o pensar en sus resultados extraordinarios. Le responderemos con múltiples opciones para que logre lo que quiere.

viernes, 16 de septiembre de 2011

Para los fanáticos de andarse quejando…

“No se queje de la nieve en el tejado de su vecino
cuando ésta también cubre el umbral de su casa”.
Confucio

En días pasados me encontraba desplazándome en un taxi y me puse a hablar con el taxista porque me encanta escuchar las versiones y visiones que tiene este gremio de la ciudad. En aquella ocasión me ocurrió algo muy particular: Quien conducía estaba compulsivamente enfocado en quejarse de todo cuanto yo le preguntaba.

Quiero contarle que, como coach, fue una experiencia extraordinaria porque tuve la oportunidad de ver de qué manera podía ayudar a que esta persona siguiera manejando su vehículo, de una manera más tranquila. Sin embargo, el recorrido resultó bastante agotador.

La queja es un hábito común en las personas amargadas y pesimistas. Se deleitan buscando de qué quejarse para tener un tema de conversación generalmente negativo que no conduce a nada.

La gente sabe que quejarse no cambia las situaciones, ni tampoco mejora las cosas, sin embargo le agrada poner en evidencia que la realidad nunca le gusta. El proceder del quejambroso llega hasta negativizar lo positivo, cuando frente a algo que es bueno agregan un ‘sí, pero…’.

Las quejas no son malas por sí mismas. Lo que quiero que usted comprenda es que las quejas no le sirven para nada más que para un simple desahogo sobre algo que le incomoda.

Mi consejo es que nunca se quede en la queja y jamás busque a otros para seguirse quejando. Después de experimentar esta incomodidad, proponga qué hacer para solucionarla; de esta manera usted puede llevar a cabo una construcción de sociedad mucho más amigable y tranquila.

Quejarse es concentrar la atención en lo malo, en lo que no se desea, que con la queja se refuerza y expande. Estos pensamientos negativos crean la realidad y nuestras palabras expresan esos pensamientos.

Creamos nuestra vida con cada pensamiento, nuestra propia salud, la sociedad en que vivimos, la situación política. Todo es producto de las palabras que expresa lo que tenemos en mente.

Lo invito entonces a que después de proponer, se comporte de la manera como usted espera que los demás se comporten. Cuando las personas se quejan, muchas veces se autoconvencen de que el problema es de otros, exteriorizándolo y culpando a los demás.

Todas sus quejas reflejan su responsabilidad en la situación inconveniente, es decir que cada vez que usted se queje, lo está haciendo de usted mismo. Es usted quien logra llegar a esos espacios donde puede y quiere quejarse.

La queja es contagiosa y predispone a los demás a quejarse; tiende a expandirse como la pólvora, se enquista en todo campo propicio y se convierte en una forma de ser general.

Quejarse es un hábito tan malo como no comer o no dormir. Elimínelo y cámbielo por una costumbre constructiva, a través de la cual usted se asegure de ser más propositivo y proactivo. Pregúntese cómo podría cambiar esa situación que le disgusta para que juegue a su favor y ajústese a las situaciones, convirtiendo la queja en su mejor herramienta para lograr más y más resultados extraordinarios.

Ricardo Gómez.

*Si quiere avanzar más en el tema, escríbanos a ricardo@evolvo.info y cuéntenos cuáles son sus principales retos a la hora de actuar o pensar en sus resultados extraordinarios. Le responderemos con múltiples opciones para que logre lo que quiere.

martes, 13 de septiembre de 2011

¿Le agrada ser el ‘pobrecito’ del paseo?

¿Conoce usted a alguien a quien roben con frecuencia, se la pase enfermo o siempre esté aquejado por grandes desgracias? Este tipo de personas han sido programadas desde pequeñas para tener el tipo de resultados que les da una ganancia secundaria, es decir, el reconocimiento, el exceso de atención.

Hay seres humanos que se acostumbran a generar lástima, que han crecido en ese entorno y que no salen adelante porque pesa más esa ganancia secundaria; les genera más valor si les dicen ‘pobrecitos’ o ‘¡qué lástima me da lo que pasa contigo!’, que si los aplauden por sus resultados extraordinarios.

Son personas que se habitúan a tener resultados mediocres por el reconocimiento que esto tiene; a ser reconocidos únicamente por el esfuerzo que hacen, más que por aquello que obtienen.

Es el caso de un amigo cercano que después de ser el ‘pobrecito’ de su familia, empezó a cosechar muchos logros que siempre había añorado. Pasaron 4 años en los que el éxito gobernaba su andar por el mundo, pero en su interior la cosa era distinta. Fueron 4 años en los que no recibió la lástima a la cual estaba acostumbrado, lo cual lo llevó a generar un episodio de tragedia que acaparó la atención de sus seres queridos y le devolvió aquel estado de confort al cual se había acostumbrado tiempo atrás.

Llamamos victimismo a la actitud de considerarse y adoptar el papel de víctima. Puede parecer una contradicción, pues aparentemente la víctima es la parte más desfavorecida de una relación, la persona que más sufre y que suele salir más dañada. 

Para algunos, ser una víctima también tiene sus ‘ventajas’. Asumir esta posición puede ser una buena manera de conseguir aquello que se desea: más consuelo, atención, mayor comprensión por parte de los demás, cambios en su actitud… Por otra parte, sentirse el bueno de la película, aunque a veces implique sufrimiento, no deja de ser un papel más agradecido, dado que la mayor parte de los espectadores suelen identificarse y ponerse del lado del más desvalido.

El victimismo, por lo tanto, es el arte de utilizar el sufrimiento como recurso. A través de las quejas o de expresar malestar se transmite una exigencia soterrada a los demás, despertando en su interior un sentimiento de culpa.

Todos nos hemos sentido en algún momento objeto de estrategias victimistas, divididos entre hacer lo que otra persona nos pide, aunque sea de forma encubierta, o sentirnos culpables. Es una actitud que atribuimos fácilmente a los demás, que nos provoca rechazo y criticamos como burda manipulación y que cuesta mucho reconocer en uno mismo. 

Sin embargo, ¿quién no ha intentado en alguna ocasión producir lástima para conseguir algo?, ¿quién no ha hecho sentir culpable alguna vez a otra persona?, o ¿quién no ha intentado eludir una responsabilidad exagerando su desgracia?

Yo quiero que usted evite ser ese tipo de persona que es capaz hasta de arriesgar la integridad de su vida, con tal de lograr el reconocimiento de su entorno cercano. Enfóquese en lo que quiere y destierre toda ganancia secundaria que pueda interponerse en su camino a la realización.

Recuerde que sentirse víctima es fácil... y muy rentable, pues permite usar el sufrimiento como recurso para influir en la conducta ajena. Pero la víctima renuncia a su poder y su libertad para cambiar las situaciones.

Ricardo Gómez.

*Si quiere avanzar más en el tema, escríbanos a ricardo@evolvo.info y cuéntenos cuáles son sus principales retos a la hora de actuar o pensar en sus resultados extraordinarios. Le responderemos con múltiples opciones para que logre lo que quiere.

viernes, 9 de septiembre de 2011

¿Y a usted qué lo motiva?

Buda decía que el ser humano se motivaba de la siguiente manera: Por el elogio o por la culpa, por la ganancia o la pérdida, por el placer o el dolor y por la fama o la vergüenza. Usted es quien decide en qué lado quiere estar.

La motivación es el motor o la fuente de energía que hace que mantengamos una consistencia en realizar nuestras acciones para lograr un objetivo o para satisfacer una necesidad.

Los psicólogos la describen como el impulso que tenemos los seres humanos para comportarnos de cierta manera para lograr  lo que deseamos obtener; es el deseo o la expectativa que nos empuja a realizar alguna actividad y a lograr lo que queremos alcanzar.

Típicamente la gente es educada inconscientemente en el sentido negativo de las cosas, en culpar las cosas que están mal y no elogiar lo que realmente está bien. También fuimos formados en la creencia de que el placer es esquivo y que por eso era mejor conformarse con evitar dolores.

Nos vendieron la idea de que entre más dolorosa sea la vida, más importante sería ésta y que la vergüenza es algo que se debe evadir. También nos dijeron que es mejor no tener tanto dinero y que la pérdida es una opción dentro de nuestras vidas. 

Og Mandino, en su obra “El misterio más grande del mundo” dice que “el éxito y la buena vida no están lejos, al final de un arco iris, están mucho más cerca de usted. ¡Justamente en su propio vecindario!”.

Cuando usted evita una pérdida, un dolor o una vergüenza, el mensaje que le está dando a su inconsciente es que debe generar una pérdida, un dolor o una vergüenza para poder evitarla. Usted es quien determina el foco y si constantemente piensa en negativo, sus resultados serán negativos.

Hacia donde usted apunta su atención, la energía fluye, y si está concentrado en palabras como ‘perder’, ‘dolor’, ‘fracaso’, ‘culpa’, en fin, esos serán los vocablos que reinarán en su vida.

Concéntrese en la felicidad. Ésta es un proceso, un ‘modus vivendi’, un hábito que se aprende como cualquier otro. No deje que otras personas determinen si usted va a ser feliz o no. La felicidad debe provenir de usted mismo, no de los que le rodean.

Las personas exitosas tienen algo en común: Actitud y carácter. Un carácter que les permite trazar objetivos claros y actitud para orientar su ser para alcanzarlos. Todos ellos pasaron por dificultades, momentos difíciles, triunfos y derrotas, mas nunca dejaron de mirar hacia arriba, nunca alejaron su vista del horizonte.

Lo invito entonces a que se motive en el elogio a usted mismo y a los demás, en la ganancia en cualquier área, en el placer y en el reconocimiento o la fama. Hay quienes creen que ser famoso está mal; yo he conocido gente muy exitosa que es muy famosa por su excelente desempeño y la gran cantidad de valor que genera en su entorno. 

Así que no tema ser feliz ni se deje guiar por los preceptos que la sociedad limitada inculca. Fije su meta máxima y motívese a través de ella; verá que de esta forma las posibilidades serán infinitas para lograr lo que quiere.

Ricardo Gómez.

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jueves, 8 de septiembre de 2011

¡Todos sabemos llegar a la LUNA!

Hoy quiero compartir con usted un relato de Pedro Pablo Sacristán, que encontré en uno de los libros de cuentos de mis sobrinas, y que resume muy bien el mensaje que preparé: 

“Paco, desde que fue un niño, decía que iba a ser astronauta e iría a la luna. Pero por mucho que estudió y trabajó, y por muchas pruebas que presentó, nunca fue elegido. Y así cumplió la edad máxima para aplicar a los exámenes de selección, sin haber llegado a cumplir su sueño.

Muchos se apenaron por él, pensando en todo el tiempo y el esfuerzo que había desperdiciado, e incluso sentían lástima. Y a pesar de todo lo que le decían para que dejara su deseo abandonado, Paco siguió preparándose como si fuera a presentarse de nuevo a las pruebas al mes siguiente.

Así se fue haciendo mayor, y ya era todo un anciano, cuando recibió la noticia de que, para unos experimentos médicos importantísimos, hacía falta un astronauta muy mayor. En todo el mundo, sólo Paco, que ya caminaba apoyándose en un bastón, tenía la preparación suficiente para ir en cohete. 

Cuando ya nadie lo esperaba, se encontró dando paseos espaciales para ayudar a la ciencia. Sus conocimientos y sabiduría durante aquellas misiones sirvieron para eliminar una de las peores enfermedades de las personas: el olvidar la importancia del conocimiento.

Las fotos de aquel astronauta encorvado y con pocos dientes dieron la vuelta al mundo, convirtiéndolo en el mejor ejemplo de que el saber y la preparación nunca sobran, y de que el esfuerzo y la tenacidad siempre tienen recompensa, si se saben usar en el momento justo”.

En un muy buen número de entrenamientos que he realizado como coach, me he encontrado con algunas personas que tienen una actitud distante con el proceso y que argumentan que los temas que se abordan ‘ya los saben’.

En cuanto a este aspecto, considero que todos, sin excepción, en algún momento de nuestras vidas hemos dejado de prestar atención a algo importante porque creemos que ya lo sabemos, sin que esto sea cierto. 

¿Cómo reconocer que realmente sabemos algo? Cuando somos capaces de aplicar el conocimiento y percibir los resultados de dicha ejecución. Si usted no logra resultados contundentes es porque seguramente no actúa con respecto a eso que dice que sabe, y por lo tanto NO lo sabe de verdad.

Si alguien alguna vez le responde de esta manera cuando usted trate de enseñarle algo, le sugiero que no le crea, pues de ser cierto esto, claramente esa persona estaría en un nivel en el cual el ejemplo y la realidad son congruentes con aquello que dice saber, y por lo tanto, las sugerencias que usted hace no serían necesarias.

Los seres humanos, al evitar aprender más y buscar mantenerse en una zona de confort, somos capaces de arriesgar la posibilidad de ser mejores, argumentando que ‘no nos han dicho nada nuevo’ o ‘eso es más de lo mismo’.

Este tipo de frases reflejan una tendencia muy fuerte a quedarse en un estado de total comodidad. Quienes son capaces de entregarse y abrir su mente a un nuevo proceso de aprendizaje, siempre tendrán muchísimas más posibilidades de ser exitosos y de alcanzar lo que han soñado.

Yo le invito entonces a que sea una persona ‘que no sabe nada’ y que es capaz de generar opciones de cambio compulsivamente. Aprenda de todas y cada una de las situaciones que la vida le presente, y apóyese en aquellos que saben a través de la experiencia. Si usted sabe cómo llegar a la Luna, hágalo. No aplace ni un minuto más la oportunidad de ser feliz.

Ricardo Gómez.

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martes, 6 de septiembre de 2011

¿Es mejor ‘malo conocido’?

Como seres humanos tendemos a adquirir rutinas: más o menos nos levantamos a la misma hora, desayunamos lo mismo, vamos al trabajo por el mismo camino, hablamos con la misma gente... Nuestra vida tiene un esqueleto básico sobre el que hay, a veces, cambios menores. Con esa disposición nos sentimos cómodos, y si nos cambian o cambiamos algo abruptamente, sentimos que se descuadran un poco los esquemas.

Muchas veces he mencionado a lo largo de mis artículos las famosas ‘zonas de confort’, también denominadas como zonas conocidas. Éstas son aquellas donde el inconsciente ya sabe qué es lo que va a pasar y prefiere quedarse allí, antes de enfrentar algo desconocido.

Son el conjunto de creencias y acciones a las que estamos acostumbrados, y que nos resultan cómodas. Aquello que está dentro de ellas lo podemos hacer muchas veces sin mayor problema y no nos produce una reacción emocional especial; en cambio, lo que está fuera nos incomoda, nos produce un cierto rechazo, nos provoca ansiedad o nerviosismo.

Es importante que usted sepa que su inconsciente siempre buscará estar en zonas de certeza que le generen siempre el mismo resultado. Este tipo de estados no son bienvenidos ni deben estar permitidos, pues cada vez que usted entra en uno de ellos, se arraiga aún más a esa realidad que seguramente no le está gustando ni le está generando ningún valor.

Hay personas que se especializan en ‘pasarla mal’ con sus ingresos porque se acostumbraron a que la forma a través de la cual los logran, les llevan a otro tipo de ganancias secundarias (como el poder dormir más en las mañanas, el esforzarse menos, el trabajar cerca de la casa, en fin).

Las zonas de confort son muy fáciles de adquirir y, sobretodo, de ampliar. Es más, usted puede estar ahí sentado, leyendo este artículo, pensando en actuar de manera diferente, pero las malas costumbres suyas y de su inconscientes no lo permiten.

Salir de estos ‘agujeros negros’ es muy importante para crecer como personas. Mientras que la mayoría de la gente se estanca porque no les gusta cambiar sus rutinas, aquellos que de verdad persiguen sus sueños y están dispuestos a conseguirlos saben que para lograrlo tienen que romper con sus hábitos, enfrentarse a sus temores y hacer cosas que jamás pensaron que se atreverían a hacer.

Permanecer en zona de confort es señal de conformismo, ignorancia, miedo, falta de confianza, de nuevas aspiraciones y de ambiciones. Una vez que llegue a su zona de comodidad puede tomar un leve descanso, pero tenga en cuenta que ese es apenas un escalón y que después de ese existen muchos más.

Para crecer hay que tener aspiraciones y ambiciones, sin importar su tipo: se puede aspirar a tener dinero, a viajar, aspiraciones artísticas, de pertenencia a grupos sociales, aspiraciones religiosas, amorosas, etc. Lo importante es recordar que nada en este universo es estático, y si usted no se esfuerza por cambiar, entonces va en sentido contrario.

Yo lo invito entonces a que declare que este tipo de estados no son una opción para usted. No es mejor malo conocido que bueno por conocer; asuma la responsabilidad sobre sus resultados y encamine cada una de sus acciones hacia el éxito total.

Ricardo Gómez.

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