martes, 25 de octubre de 2011

¿Y usted qué critica?



“La crítica es la fuerza del impotente”.

Alphonse de Lamartine

Un día vi a dos personas conversando: La primera criticaba fuertemente las acciones de otros. Decía con vehemencia que no estaba de acuerdo, que le parecía terrible y que eran ’brutos’, faltos de tacto y otras cosas más. Al terminar, la otra persona le preguntó: “¿Usted qué critica, si hace exactamente lo mismo?” y quien criticaba le respondió: “Es que es diferente…”.

Cuántos textos y dichos populares nos advierten sobre la mala costumbre de criticar a los demás. "El que esté libre de pecado que tire la primera piedra" o "Se ve antes una paja en el ojo ajeno que una viga en el propio".

¿Cuántas veces en la vida se ha dado el lujo de criticar lo que le parece que está mal en otros, sin revisar lo que usted hace porque ‘es diferente’?  ¿Cuál es la diferencia? Si bien es cierto que todos somos  diferentes, todos estamos buscando opciones, lo más importante es ser y estar congruente, para que usted tenga toda la credibilidad.

¿Qué pasa entonces cuando a usted lo ve lanzando juicios a diestra y siniestra, destruyendo el valor que otros construyen, y después hace exactamente lo mismo? Estamos hablando de un acto de incongruencia total. Es muy fácil echar abajo todo lo que otros hacen, pero es bastante difícil sostenerse siendo incongruente.

A veces, cuando una persona critica en nuestra presencia a un tercero y nos vemos identificados con la persona criticada, nos molesta. También pensamos que esta actitud prepotente del crítico no nos librará de críticas a nosotros con otras personas. El que critica frecuentemente, va adquiriendo mala imagen.

Dale Carnegie daba el siguiente consejo: "Hable usted de sus propios errores antes de criticar al prójimo". En la medida en que usted demuestre congruencia,  pueden ocurrir una o varias de estas situaciones: Será un compulsivo generados de valor, va a respetar como debe ser la integridad del otro, va a buscar las fortalezas de las acciones de los demás y va a aprender de ellas, y se va a ocupar de hacer sus cosas lo mejor posible, diferente a ocuparse de  ver cómo destruye valor en otros.

Piense en la empresa. Los grandes empresarios son generalmente grandes líderes, personas capaces de motivar a cientos o a miles de personas, de hacer equipos, de entusiasmarles e ilusionarles con sus objetivos y ganar la dura batalla de la competencia. No critican, alaban, motivan. Criticar es una pérdida de tiempo y de dinero. Saben muy bien que la productividad crece con la motivación.

La verdad es que todos somos responsables de todo. Y cuando algo marcha mal, ninguno de los que rodea ese mal puede estar seguro de tener limpias sus manos. ¿Cómo criticar a un país que produce poco, si no empezamos todos por cumplir con nuestro deber? ¿Regañar a un hijo porque llega tarde a casa no es un autoengaño cuando no se ha empezado por hacer vividera la convivencia dentro?

Lógicamente se critica de manera distinta cuando uno se siente corresponsable de lo que se discute. Y, en rigor, sólo debería criticarse desde dentro comenzando por la confesión de nuestra propia responsabilidad. El criticado entenderá mucho mejor su error si empezamos a compartir con él el nuestro, porque no entenderá la crítica como una agresión hecha desde afuera, sino como una colaboración practicada desde adentro.
De esta manera lo invito a que deje ese ‘pajazo mental’ de creer que es que en su situación es diferente. Renuncie ahora mismo a este tipo de procesos para lograr resultados y recuerde que la congruencia se da cuando usted actúa de acuerdo con lo que piensa, siente y quiere en la vida.

Ricardo Gómez.
*Si quiere avanzar más en el tema, escríbanos a ricardo@evolvo.info y cuéntenos cuáles son sus principales retos a la hora de actuar o pensar en sus resultados extraordinarios. Le responderemos con múltiples opciones para que logre lo que quiere.

sábado, 22 de octubre de 2011

¡Ni más ni menos que nadie!


“Hay una manera de contribuir a la protección

de la humanidad, y es no resignarse.

Hace poco tuve la oportunidad de asistir a un festival de música en el cual participó un amigo mío que es compositor y guitarrista. Al acudir a saludarlo en el camerino me dijo que se sentía muy nervioso porque había visto pasar por el escenario a muchas personas que, consideraba, eran mejores que él.
En ese momento, y como si su inconsciente lo hubiera pedido, ocurrió algo increíble; uno de los músicos que trabaja con él lo abordó y le dijo: “¿Cómo es posible que usted se sienta inferior, habiendo llegado hasta aquí? No se sienta inferior, pero tampoco superior, ya que ellos no componen lo que usted compone y usted no interpreta lo que ellos van a interpretar… Es más, ellos no tocan como usted toca”.

A mi amigo le cambió la expresión completamente y salió al escenario empoderado. Esta experiencia me hizo recordar al director de orquesta, Benjamin Zander, quien, en una de sus alocuciones de coaching con música, intentaba hacer que un violinista se sintiera empoderado. A éste último le dio mucho miedo, su ‘loca de la casa’ se disparó y Zander, con total dominio, logró persuadirlo para que subiera al escenario y tocara, diciéndole: “Cada vez que salimos a escena, pensamos que no lo vamos a hacer lo suficientemente bien porque hay alguien que lo hace mejor. En la vida el tema no es de quién lo hace mejor o peor, sino de cómo es la contribución. En este sentido, nadie contribuye mejor que otro”.
La contribución es un aspecto muy valioso porque nadie contribuye mejor que otro; es un acto de fe, de generación de valor y de construcción de sociedad. Cuando hablamos de contribuir lo hacemos con el interés genuino de generar valor en otros, para que a otros les vaya bien. Yo siempre he pensado que en la medida que uno logre que a otros les vaya mejor, así mismo a uno le debe ir mejor. Es una consecuencia inmediata.

No existen tipos de contribución, todas generan beneficio de alguna forma. Hay tantos tipos de contribución como intenciones en las personas; unos consideran que la mejor forma de contribuir es dando dinero; otros, dando en especie; otros, haciendo sonreír; otros, no quejándose…No existe ninguna diferencia, siempre y cuando la intención de ayudar sea la misma.
Hay quienes se la pasan criticando a otros porque contribuyen; aquí lo importante es saber que esta es una acción absolutamente voluntaria, cada quien contribuye como lo considere pertinente y los que reprochan la forma de ayudar de otros, no necesariamente están agregando valor, así lo crean.

A este último tipo de personas les digo que siempre hacer algo en función de mejorar tiene mucho más mérito que no hacer nada, o peor aún, que destruir el valor que otros han construido.
¡No existen excusas! Quien no contribuye es porque realmente no quiere. Siempre habrá formas de hacerlo, sin importar si se tiene dinero o no, si se tiene tiempo o no, en fin.

Con esto lo quiero invitar a que confíe 100 por ciento en sus capacidades, en su preparación, su conocimiento, su instinto, en su disposición, en el amor que usted siente por las cosas que le gustan y en aquel valor que usted va a agregar con lo que hace. De esta manera no se sentirá menos que nadie… se sentirá ÚNICO.
Ricardo Gómez.

*Si quiere avanzar más en el tema, escríbanos a ricardo@evolvo.info y cuéntenos cuáles son sus principales retos a la hora de actuar o pensar en sus resultados extraordinarios. Le responderemos con múltiples opciones para que logre lo que quiere.

domingo, 16 de octubre de 2011

Sólo se ahoga el que se quiere ahogar

El pequeño Roberto asistía a la primaria y la maestra les encargó una tarea: investigar qué era la fe. Intrigado, de regreso a casa, le preguntó a su tío “¿Qué es la fe? Me la dejaron de tarea en la escuela”.

Con una amplia sonrisa, su tío le respondió: “¿En verdad quieres saber lo que es la fe?”. “Si”, respondió Roberto. “Bien, vamos a la playa y te lo enseñaré”.
Emprendieron el camino y una vez llegaron, el tío le entregó el chaleco salvavidas y las aletas al pequeño. “Pero yo no sé nadar” dijo Roberto. “Lo sé”, le dijo el tío, “póntelos de todas maneras”.

“Ahora, comienza a caminar hacia el mar de espaldas. Llegará un momento en el que sentirás que tus pies no tocan tierra. Déjate ir y arrójate hacia atrás. No te hundirás, ya que el chaleco te hará flotar”. Roberto estaba aterrado “No tío, no quiero”. “¡Hazlo!”, le respondió, “Estaré junto a ti para que no temas. Así que tranquilo”.
Roberto confió en su tío. Mientras caminaba de espaldas llegó un momento en el que sintió que no tocaba tierra. Dudó, pero recordó las palabras de su tío y supo que no se ahogaría.

En un acto de valor, se dejó llevar y flotó en el mar gracias al chaleco. Se sintió emocionado ante la experiencia y muy feliz.
Ambos salieron del mar y mientras iban a casa, su tío le explicó:

“En esto consiste la fe: el mar representa la vida. Yo represento tus convicciones y tus metas, y el chaleco representa la fe. Cuando te adentres en el mar de la vida y sientas que la lógica no puede ayudarte a salir a flote de tus problemas, hasta perder el piso, debes saber que el chaleco de la fe te salvará. Siempre tendrás tus metas y convicciones cerca de ti, pero depende de que te atrevas a dar el primer paso para confiar en ti, vistiéndote el chaleco de la fe y arrojándote con él para que puedas flotar en el mar de la vida con total paz y tranquilidad”.
Roberto quedó maravillado con la explicación de su tío y le dio las gracias. La tarea del niño fue la mejor de su curso.

Edgar Martínez

Hace algunos días estuve atendiendo mi primera clase de improvisación teatral, con mi mentor, Bernardo García, y en ella, él tocó un tema que a mi parecer es fundamental para el desarrollo de cualquier emprendimiento, nuevo proyecto o meta; estoy hablando de la fe, entendida como la convicción de que las cosas van a suceder tan cual y como yo quiero que sucedan.
La fe es un aspecto inmerso en todas las religiones que existen y es aquella que nos otorga la capacidad de creer que existe una fuerza sobrenatural que puede hacer que todas las cosas surjan. En este contexto, Bernardo me hizo ver la fe desde una perspectiva completamente diferente, ya que solamente existe un presente, un aquí y un ahora, y lo que viene es totalmente incierto.

Por más que usted esté preparado para lo que viene, siempre existirá un factor sorpresa que lo pondrá a tambalear sobre aquello que solamente fue una creación mental. En este momento es cuando aparece con un poder infinito la palabra fe, indicándole que debe estar absolutamente convencido de que las cosas que vienen en un futuro, se van a materializar tal cual y como usted lo necesita. Si usted se convence de que no se va a ahogar, no lo hará.
Tener fe, sin que yo quiera darle alguna connotación religiosa, le va a ayudar a que sus resultados se den de una manera contundente. Ahora, no sólo sirve tener fe. La convicción debe estar acompañada de la acción, ya que es de la única forma que usted  puede garantizar que la meta que quiere se va a lograr.

Por último, respóndase a usted mismo esta cuestión: Si lo que va a lograr ser, hacer y tener depende solamente de sus decisiones, intenciones (fe) , y acciones, ¿cuál es su acción de hoy que va a dar un mensaje de su intención?

Ricardo Gómez.

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miércoles, 12 de octubre de 2011

Mónica y su mundo de cartón


“Asombro: Lo más elevado a que puede llegar el hombre”.
Johann Wolfgang Goethe

La semana pasada, mi hermano, Alejandro, me invitó a ver la obra de teatro infantil “La princesa y el fríjol”, en la cual él es el autor de la música incidental y el narrador. Esta puesta en escena hace parte de una serie de cuentos llamada “Mónica y su mundo de cartón”, en la que la protagonista es capaz de imaginar una realidad totalmente nueva y diferente en torno a este objeto tan simple.
Esta es una historia ingenua, inocente y absolutamente transparente, llena de esa magia y ese carácter propio de los niños, que les permite asombrarse y transportarse en el tiempo y en el espacio, sin ningún tabú, límite u obstáculo. Son capaces de sacarle provecho a un elemento lleno de aire, como lo es una caja de cartón, y a partir de ello, darle vida a una nueva dimensión.

Al observar la obra me di cuenta de que en algún momento perdí esa capacidad de asombro. Al llegar al teatro, me senté con el filtro que tenemos todos los adultos y que nos limita a sólo querer ver lo tangible, lo palpable; por alguna razón extraña, mi inconsciente decidió recibir el espectáculo como debía: dejándome maravillar, quedándome con la boca abierta y sintiéndome absolutamente asombrado.

Después de los 45 minutos de show, casi no podía contener las lágrimas de emoción que me produjo esa obra tan bellamente contada. En ese momento me di cuenta de dos cosas extraordinarias: la primera, muy positiva, volví a sorprenderme con las cosas que estaban pasando, tal y como lo hacía cuando era un niño; y la segunda, que por dármelas de adulto, no me dejé llevar por mis emociones y me dio miedo que me vieran llorar.
Asombrarse, de acuerdo a la definición del diccionario, es “sorprenderse, o causar admiración,” y entonces me pregunto ¿Será un término en extinción? Recuerdo que cuando niño me asombraba cuando iba al circo y veía un acto de magia o de equilibristas en las alturas, las piruetas de trapecistas, etc.

Vienen luego los recuerdos de las primeras navidades y la magia de ‘Papá Noel’, quien bajaba por la chimenea para dejar los regalos, y trato de continuar y me aterro al pensar que los recuerdos asombrosos suelen tomar una connotación distinta, e inclusive “ridícula” para los tiempos actuales, como por ejemplo descubrir de dónde venían los niños, o la sensación que me provocaba el saber que la niña que me gustaba me mandara un mensaje (no de texto, por entonces no existían los celulares) con un amigo, a veces un papelito de cuaderno, o simplemente una razón, para que nos viéramos en el parque del barrio, donde íbamos en grupo, y nos sentábamos en una banca a conversar… sí, ¡a conversar!, sin fumar nada, ni ingerir alcohol.
Hoy me asombro de haberlo vivido, porque parecen cosas de un siglo pasado, de novelas, de películas antiguas. Y entonces miro a mi alrededor y lo que me asombra es que ya nadie “se asombra por nada”.

Hoy lo quiero invitar a que reciba el mundo sin juicios y sin ningún filtro. Permítase asombrarse y aprender de ello, sin criticar, sin destruir y con el ánimo de divertirse y pasarla bien. Cuando usted se entrega a aprender, a modelar, a tratar de vivir su vida con la óptica del niño que alguna vez fue, su mundo se vuelve mucho más rico en visiones, olores, sabores y texturas. Asómbrese con todo lo que pasa, siéntase vivo y busque aprender compulsivamente como lo hacía en sus primeros años.

Ricardo Gómez.

*Si quiere avanzar más en el tema, escríbanos a ricardo@evolvo.info y cuéntenos cuáles son sus principales retos a la hora de actuar o pensar en sus resultados extraordinarios. Le responderemos con múltiples opciones para que usted logre lo que quiere.

lunes, 10 de octubre de 2011

La misma receta, diferentes platos

“Realmente soy un soñador práctico; mis sueños no son bagatelas en el aire. Lo que yo quiero es convertir mis sueños en realidad”.

(Mahatma Gandhi)

Leyendo la revista Diners por estos días, me encontré con una frase del chef peruano Rafael, dueño del restaurante que lleva su nombre, en Bogotá, la cual me dejó una gran reflexión: “Puedes darle la misma receta a tres personas y al final serán tres platos distintos… Pruébalas si no me crees”.
Todos y cada uno de nosotros tenemos diferentes formas de ver y percibir el mundo; en ese orden de ideas, habrá tantas imágenes de éste como el total de sus habitantes.

El mapa mental de cada persona es absolutamente individual y no puede ser compartido de la misma manera, es decir, no debe ser interpretado como algo que pertenece a una colectividad. Cuando hablamos de interpretar el mundo, cada quién tiene su propia forma de verlo, sentirlo y oírlo.

Al complementar y compartir esa información, ésta se va acercar cada vez más a una realidad específica, sin que sea la verdadera situación. La realidad es subjetiva para cada ser humano y se construye a partir de lo que se ha programado, escuchado, visto y sentido.

Es por ello que pueden resultar tres platos distintos de la misma receta, así como pueden surgir múltiples formas de interpretar una pieza musical, así se trate de los mismos músicos.

Cuando usted cree que todo lo que sucede en su realidad proviene de sus pensamientos, que eso que experimenta es un reflejo de cómo está por dentro, entonces, tiene total control de poder cambiar sus experiencias y crear la realidad que desea.
La ventaja de aceptar la responsabilidad de todo lo que sucede a su alrededor y saber que es culpable de ver o experimentar cosas que nunca ha pensado (puesto que también sus pensamientos inconscientes son proyectados en su realidad) es que usted sabe que todo lo que le sucede está en su control y más importante aún, estos reflejos en su mundo exterior le ayudan a darse cuenta de si va por el camino correcto, si hay algo que hace falta cambiar o si ya está todo listo.

Queda en sus manos interpretar los mensajes y tomar las acciones adecuadas para corregir sus pensamientos. Así podrá reinterpretarlos y proyectarlos como lo desea en su mundo exterior.

Ricardo Gómez.

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martes, 4 de octubre de 2011

¡A confiar en el talento de su equipo de trabajo!


“El poder es responsabilidad y no imposición”.

(Anónimo)

La semana pasada llegó a mis manos un fabuloso texto del estadounidense Ken Blanchard, llamado ‘Liderazgo de máximo nivel’. Ken Blanchard es uno de los mayores expertos mundiales en tema de liderazgo y me pareció pertinente hablar de él en esta ocasión, porque su enfoque sobre el empoderamiento de equipos puede ser de gran utilidad para usted.

Blanchard define el empoderamiento como “permitir que las personas lleven su cerebro al trabajo y proporcionarles la posibilidad de utilizar su conocimiento, experiencia y motivación para crear los resultados esperados. Hay que crear un clima empresarial que libere el conocimiento, la experiencia y la motivación que residen en las personas”.

Cambiar una empresa con cultura jerárquica por una con cultura de empoderamiento exige un esfuerzo desde arriba. Es algo que ha de nacer en el corazón del líder.

Definitivamente cuando los equipos de trabajo requieren emprender una acción, requieren de un plan muy bien definido para ejecutarlo. Al pretender empoderar a su gente, es necesario que decida con ellos qué es lo que se quiere que pase con respecto al resultado final, a ellos mismos y a usted como líder.

Si se define muy bien esto, va a encontrar mejores maneras o ‘cómos’ para hacer las cosas. Al tener claro el destino, las rutas para llegar a él se multiplicarán.

El buen director es aquel que hace que las cosas pasen sin que él esté presente y para empoderar de esta manera a su equipo, es muy importante que respete la integridad de cada uno de sus miembros, confíe en que las cosas van a suceder, crea en que las personas  harán lo que les corresponde, nunca dude de las capacidades de cada uno de los miembros de la colectividad, estimule el desarrollo de talento, comunique muy bien y aumente la capacidad productiva.

Es posible intentar describir el empoderamiento por lo que se pretende conseguir con él. Esto es:

-       Que las personas que trabajan con nosotros se sientan partícipes de un proyecto en el que pueden tomar decisiones (se les da poder) sobre hacia dónde van (objetivos) y cuál va a ser el camino (tácticas).

-       Que el grupo se beneficie del mayor número de posibilidades que se abren al fomentar la creatividad y la libertad en la resolución de problemas e, importante, el planteamiento de preguntas.

Hay que tener muy presente que en este marco de trabajo no cabe el paternalismo. El empoderamiento requiere que desde los equipos de supervisión se transmita toda la información y que haya una libertad de decisión más allá de la elección entre dos alternativas preestablecidas.

Cuando hablamos de confianza y de empoderar, hablamos de dejar el control de lado. Si bien es cierto que cualquier proceso administrativo de gestión humana requiere de control, el exceso tampoco es bueno. La principal consecuencia que usted va a tener siendo un controlador en demasía, es que su equipo nunca hará las cosas como usted quiere.

Al usted no confiar en que las cosas pasarán, terminará por hacer el trabajo de los demás. Esto lo hará sentir inconforme, el resultado no será tan productivo y usted va a terminar absolutamente desgastado.

Si ponemos esto en el plano de la lúdica de la música, es lo mismo. Si un compositor o director de orquesta no confía en el talento y las capacidades de su equipo, seguramente perderá el juego. A pesar de que debe ser un muy buen músico, nunca va a estar en condición de tocar todos y cada uno de los instrumentos de la orquesta; y si esto es así, ¿Cuál es la intención de dudar de las aptitudes del otro?

Buena parte de la gestión después de haber empoderado correctamente al equipo debe ser desarrollada pensando en que éste se debe convertir en un multiplicador de alto desempeño. De no ser así, no existiría una explicación consistente sobre su razón de ser. Su colectividad debe ser capaz de empoderar a otras colectividades y usted puede dejar de estar presente.

Entonces le invito a que impulse al interior de su colectividad un estilo de liderazgo  más acorde con un mundo social, con un mundo 2.0. Un entorno en que las jerarquías se aplanan cada vez más, donde cada persona puede aportar su visión única y sumarla a la de los otros miembros del equipo. Las empresas 2.0 son organizaciones que crecen y están adaptadas a lo que requiere el mercado del siglo XXI ¿Está usted en esta tónica?

Ricardo Gómez.

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