jueves, 17 de noviembre de 2011

El buen líder vive aquello que predica


Andrés nunca quería acostarse a su hora. Sus papás le habían explicado lo importante que era acostarse temprano y descansar bien, pero él no hacía ningún caso, y ya no sabían qué hacer. Hasta que un fin de semana que estaban en el pueblo con los abuelos, el abuelo Paco se enteró y dijo:

 - Esto es un trabajo para Tripón, mi gato panzudo.

 Y diciendo eso, les endosó el gato y se lo tuvieron que llevar de vuelta a la ciudad. Era un gato lento y gordinflón, y tampoco daba mucho trabajo, pues nadie sabía nunca dónde se metía. Esa misma noche, a la hora de acostarse, volvieron los problemas: Andrés no tenía intención de ir a la cama. Y aunque sus papás esperaron un rato para ver si ocurría algo especial y Tripón solucionaba el problema, no pasó nada.

 - Vaya cosas tiene el abuelo - dijo el padre.

Cuando horas después Andrés fue por fin a acostarse, al llegar a la habitación se llevó un buen susto. Tripón estaba en su cama, durmiendo a pierna suelta y roncando por todo lo alto. Andrés trató de apartar al gato, pero no hubo forma, y aquella noche apenas pudo dormir, arrinconado en una esquinita...

 Al día siguiente, la historia se repitió, y además Andrés estaba mucho más cansado por no haber dormido. Cuando llegó el tercer día, el niño había comprendido que si quería dormir en su cama, tendría que llegar antes que Tripón, así que en cuanto sus padres empezaron tan sólo a hablar de acostarse, Andrés salió como una bala directo al dormitorio y se metió rápidamente en la cama.

 Sus papás no podían creerlo. No sabían lo del gato, ni por qué Andrés se acostó a su hora sin protestar. Y estaban tan contentos, que se quedaron celebrándolo hasta bastante tarde.

(Cuento de Pedro Pablo Sacristán).



Hace algunos días me encontraba en el gimnasio y cuando mi entrenadora me dio la instrucción de hacer tres series de 15 flexiones de pecho, le pregunté cómo se hacían. Acto seguido, ella hizo cara de disgusto y le dije que en la medida en la que ella no me mostrara qué proceso debía seguir, sería muy difícil que yo pudiera hacerlo bien.

Finalmente accedió, pero sólo hizo tres y ahí le pedí que hiciera las 15, porque yo quería ver que realmente era factible hacerlas. ¿Cuál era mi intención con este ejercicio? Mostrarle a mi entrenadora que muchas veces es muy fácil darle una instrucción a otra persona, aún desconociendo cuál será el resultado o en qué consiste la instrucción en sí.

Cuando nos encontramos liderando un equipo, es muy fácil entrar en la zona de confort de exigirle a los miembros del equipo que hagan lo que yo quiero que hagan, aún sin saber cómo se hace, aún sin haberlo hecho antes, aún desconociendo totalmente el proceso.

Desde esta perspectiva, lo invito a que dé instrucciones siempre con el ejemplo, ya que esta es la mejor manera de enseñar y de  aprender. Si usted es de las personas que lidera a punto de dar órdenes, evalúe y reevalúe si sus resultados están siendo lo suficientemente satisfactorios, tanto para el equipo como para usted.

Si usted pretende dirigir, por ejemplo, una expedición a las montañas, debe poseer el mejor estado físico, la mayor pericia, la mayor prudencia, y también el mayor sentido de autocrítica.

Si va a exigir resultados extraordinarios, demuestre a su equipo que usted logra resultados extraordinarios y si definitivamente usted desconoce este camino, póngase en disposición para construir en conjunto, en pro de la instrucción y el resultado que ha diseñado.

Ricardo Gómez.

*Si quiere avanzar más en el tema, escríbanos a ricardo@evolvo.info y cuéntenos cuáles son sus principales retos a la hora de actuar o pensar en sus resultados extraordinarios. Le responderemos con múltiples opciones para que usted logre lo que quiere.

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